9 de agosto de 2010

Fin de Foxfire


Nunca había leído un libro en el que me identificara tanto tanto con un personaje: Maddy Monky, Maddy Wirtz, Maddy “Killer”, que hermosa que es Maddy, yo la amo, Maddy eres mi corazón.

Los libros son como esos hilos que me jalan desde la tierra para que vuelva a ella. Por eso de tanto en tanto necesito leerme uno, para entender el dolor humano, para abrirme los ojos un poco más, para cortarme la respiración, para hacerme sudar, para hacerme llorar, para hacerme entender la miseria humana: una miseria que yo he decidido no olvidar, no evadir, pero si dejarse esfumar.

La otra vez, ante el inminente miedo de que a mi madre le de alguna enfermedad tipo alzehimer, yo con cara de preocupación y al borde de las lágrimas, mi novio me dijo: “sabes porque tu madre podría padecer una enfermedad así? Porque crees que a la gente le dan enfermedades así?” yo respondí: “porque no quieren recordar su pasado”. El me dijo “claro, el pasado e tu madre, la vida de tu madre ha sido tan desastrosa que quiere evadir el pasado a toda costa” algo así dijo. Y fue en ese instante en que comprendí que al lado de él mi vida se estaba convirtiendo en algo hermoso, que he vivido para recordar un pasado que No quiero olvidar, que los últimos diez años de mi vida he vivido un pasado quizás digno de recodar.

Yo siempre quiero decir muchas cosas de esos libros que me conmueven profundamente, pero al final no termino diciendo mucho porque es como si todo estuviera comprimido en un archivo muy pesado.

Quisiera decir muchas cosas acerca del pasado en general, de la vidas apasionadas versus las vidas apaciguadas, de las vidas normales versus las vidas anormales, de los que no creen en la inmortalidad del alma y de los que creen en que viviremos por la eternidad, de los que hacen de su vida un drama tipo película de festival de Cannes y de los que hacen de su vida algo tan poco llamativo, tmas bien apacible y cotidiano.

No creo en esas vidas tan apasionadas, tan dramáticas, tan llenas de miles de historias, tan llorosas y arriesgadas, que creen que eso es “vivir” y el resto es “nada”, ya veremos a los 80 años quien vivió de verdad, eh?, por dios que no puedo creer en esas vidas llenas de altibajos y sufrimientos, y estoy casi segura que Maddy tampoco y por eso Maddy y Legs solo pudieron estar juntas un instante. Hay personas que somos como el mar: constantes, monótonas, amplias, inaccesibles. Hay personas que adoramos el silencio, la soledad, que trabajamos sin un solo radio, sin una sola música, sin una sola palabra humana por horas y horas y nos sentimos tan satisfechos de nuestra soledad silenciosa. Hay personas que creemos en la justicia, en el amor y hasta en la vida, pero nunca llevada a los extremos del daño al otro, del aprovechamiento, del riesgo de la propia vida, hay personas que sabemos perfectamente cuál es el límite entre el bien y el mal, sí, yo me jacto de saberlo y por eso uno sabe hasta dónde puede hacer, hasta donde puede llegar, consigo mismo y con los demás, y eso también es peligroso y doloroso

2 comentarios:

Gabriel Umaña dijo...

Ojalá algún día pueda volver a compartir con esa Maddy que anida en tu corazón.
Un gusto leerte.

S. D. dijo...

No tengo referencia alguna del libro que comenta pero me asusta que conozca el límite del bien y el mal, ya que no ha venido a estrangularme para hacer de su conocimiento una praxis y ganarse el título de magna bienhechora.