14 de diciembre de 2009

El viajero del siglo

Una historia de amor así, no debería acabarse, así, porque esa si es la historia del amor ideal. Pero cuales son las historias de amor que deberían acabarse? De verdad eso de la eternidad existe o solo es nuestro abismal miedo a la incertidumbre y a la soledad? Se supone que las parejas que se aman no deberían acabar su amor, que si por fin encontraste a la persona “admirable”, la que es insuperable, la que sobrepasa a todos, la que uno cree que está por encima de todos, se supone que uno no debería dejarla ir. Y no sé si los libros se parezcan a la realidad o viceversa, no sé si en la realidad lo que hacemos es aferrarnos al objeto amado y nunca dejarlo ser libre, o si en la realidad decidimos dejarlo ir o irnos nosotros. El autor dice que “nadie” sabe darle un fin memorable a algo grandioso (o algo así) y es tan cierto, todo lo acabamos mal, lo acabamos destruyéndolo, y los finales dignos y memorables, esos sí, solo pasan en los libros.


Hay mujeres que de pronto se ven perdidas en sus hombres, que de pronto necesitan volver a saber quiénes eran o quienes son sin un hombre, te lo dije: “… Quizás las despedidas fundan un territorio o nos devuelven dentro del territorio que de verdad nos pertenece, la soledad. Es como si de tanto en tanto una debiera regresar a esa zona, trazar una raya y decir: de aquí salí, esta era yo, ¿Cómo soy? Antes creía que el amor me iba a dar certezas. Nuestro amor me ha llenado de dudas. ¿Cómo soy? No lo sé, nunca lo he sabido bien. Me he quedado a solas conmigo (a uno lado yo, al otro lado ella) y de alguna manera eso ha sido posible gracias a tu compañía “ (pag 517).


A veces pienso que cada hombre que pasa por el camino de una mujer, le deja demasiado, hasta que de alguna u otra forma es insuficiente, los hombres vienen y te enseñan cosas que no sabes o te sacan de adentro lo maravilloso que tenias guardado o en lo que no creías, te hacen grande, creen en ti hasta que una misma cree en una misma, ellos te empujan hacia afuera, hacia donde no te crees capaz de salir hasta que sales sola, ya sin ellos.


De pronto el amor si sea admirar, y de pronto Sophie ya no admiró mas a Hans y se fue sola con todo lo que él le dio. Y él? El siguió solo con todo lo que ya tenía.


No me gusta la idea de que el amor se base en la admiración. De pronto no sea admiración, de pronto sea que los dos ya no estaban en el mismo piso, y siempre fue difícil comunicarse a los gritos de arriba abajo o de abajo a arriba.


Bueno, aparte de estas trágicas coincidencias mías con el final del libro, que llegaron justo en la noche indicada y que me predijeron el futuro inmediato, he de decir que el libro en general estuvo demasiado largo e idealista. Si, Neuman es un idealista que pretende finales dignos y memorables. No creo que tal tipo de pareja pueda existir: tan acertados en la cama como en las letras, tan buenos conversadores y tan buenos amantes, tan poéticos y tan serios a veces. Por otro lado el libro me resulta monótono, no sé si era la intención del autor mostrar la monotonía de la vida, y bueno lo logró: de la tertulia, a la traducción, al sexo, a las cartas, a la taberna, a la cueva del viejo y así se repite indefinidamente hasta el cansancio. Por eso creo que me tomo tanto tiempo acabarlo, no pasaba nada y entre “el no pasar” había un exceso de romanticismo o un exceso de “intelectualidad” que me exasperaba a ratos. Muy chistoso (chistoso es la palabra) Neuman escribiendo sobre sexo, a mi no me convence, realmente será tan difícil escribir sobre sexo? Debe ser porque el sexo es lo que menos tiene que ver con aquello de las ideas, las palabras escritas o habladas, son como los polos opuestos, el sexo a un lado las ideas en el otro extremo.


Voy a hacer de mala critica y voy a decir que a pesar de lo dicho anteriormente, el libro tiene unos personajes adorables: el viejo, al que le dedique un post entero, anterior; Alvaro el españolete amigo de Hans (un buen escritor siempre habla mal de España o de su país de origen); Elsa la doncella indignada y avispada de Sophie; Lamberg el proletariado y explotado chico gay; Reichardt el adolescente patán y grosero; Franz el perro del viejo; Lisa la lolita que se quiere levantar a Hans; el profesor Mietter que resultó asesino en serie como buen intelectual extremo y sin alma; la parejita Levin típico ejemplo del matrimonio infeliz; la viuda Pietzine excesivamente escrupulosa y católica; el teniente Gluck y el teniente Gluck, la eterna competencia entre padre e hijo; Rudi el perfecto yupi idiota de la época; Hans el joven rebelde tardío, sensible e inteligente, guapo y desarreglado; Sophie, la mujer que no sabe quién es, que no sabe que quiere, que tiene mil cosas en la cabeza, otras mil en el corazón, que se siente atada y lucha por desatarse, y se sintió atada hasta por el propio amor.

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