James Joyce es un genio, si algún día escribo un libro como me gustaría escribir como Joyce, mis humildes pretensiones.
Nunca olvidare estas frases “hubo un ser humano que lo amo y él le negó la felicidad y la vida… es un desterrado del festín de la vida”, ah? Impresionante, del cuento Un Triste Caso. Este cuentico deberían leerlos todos aquellos que amaron y su amor fue vilmente rechazado, ósea deberían leerlo todos, porque a quien no le ha sucedido esto? En ese cuentico uno entiende que tan despreciables son esos sujetos que rechazan el amor del otro cuando hubiesen podido amar.
Duplicados es otro cuento maravilloso, muestra de una forma genial como nosotros los seres humanos tendemos a descargar nuestra ira con terceros y nunca con los directamente implicados, como lo he dicho en escritos anterirores.
Después de la Carrera es un cuentico que muestra esa clase de yuppies con papas ricos que aparentemente tienen la vida de felicidad pero son un cumulo de ansiedades por dentro.
Una nubecilla, el reencuentro de dos amigos de infancia, uno con una vida de viajes, libertad y diversiones y el otro casado, con un hijo y estancado en una ciudad.
La genialidad de Joyce reside en su capacidad de contar pequeñas y diferentes historias, de gente del común y cuestionarnos, sin hacer la menor crítica directa, acerca del tipo de vida que tiene la gente y sus decisiones y como estas les perjudican casi que la vida entera.
Joyce, en este libro, es un gran crítico de la gente del común y sus vidas estancadas, pero todo lo hace por medio de descripciones, sin adjetivos calificativos.
No he leído nada mas del señor, tanta eminencia me producía susto leerlo, y es que intente con el Retrato de un Artista Adolescente hace unos años, y no pude, pero este libro de cuenticos que creo que es uno de sus primeros libros sino el primero, es una maravilla.
26 de abril de 2009
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3 comentarios:
Este es el libro que más veces he leido, todos los cuentos son perfectos y muchos dicen que Los Muertos es la mejor novela corta escrita en inglés. Pero mi preferido es Evelinne, una vida truncada y desperdiciada en un solo segundo de temor e indecisión, la vida de las barriadas pobres de Dublín retratada en dos hojitas, el cuento que imitaron Faulkner, Gabo, Cortazar y cuantos más. Y ¿que tal la sátira del primero -Las Hermanas- con el curita que se empieza a masturbar a diestra y siniestra ante la inminencia de la Última (osea la pelona)?, y la historia de los Dos Galanes con final como de las Mil y Una Noches, ese a mi me sirve cuando estoy aburrido..me hace reir; el bellísimo Arabia..que a casi todos nos pasó alguna vez algo similar... una verdadera joya. Perdón por excederme pero este libro me emociona un montonón.
Alberto
oh, no te preocupes por extenderte que yo soy la primera que me extiendo, este libro es una joya, ademas que Joyce lo escribio quiza en una epoca donde quiza no queria ser tan pretenciso y ñle slaio de maravilla
es lo unico que he lido de este señor, y la verdad no me atrevo a leer mas por puro miedo a sus suuesta grandeza, fijate, yo soy muy boba y no entendi el primer cuento, gracias por explicarmelo,
a mi lo que me impresiona de Jyce es su increible capacidad de explicar o escribir de lo mas humano y de una forma ran simple y tan entendible, pero con tantas denuncias detras, sin siquiera nombrarlas, o juzgar, es muy talentoso, el no juzga directamente, solo describe pero en su descripcion hay un gran juicio sin poner un solo adjetivo calificativo
saludo!
No, no es bobada tuya es que el Joyce deja los detalles más sutiles en una o dos frases. Dicen que el Ulyses tiene tantas insinuaciones y giros que él mismo decía que la crítica se iba a tardar doscientos años en entenderlo del todo. Te sugiero que leas el Retrato del Artista Artista adolescente, tiene pasajes magistrales, aquí te dejo dos ejemplos:
Cuando hubo cantado su canción, se retiró a un rincón apartado de la estancia, y comenzó a gustar el encanto de su aislamiento. El júbilo, que al principio le había parecido falso y trivial, era ahora para él como una brisa reconfortante que se filtraba alegremente por sus sentidos y que ocultaba a los ojos ajenos la agitación febril de su sangre, cada vez que, a través del círculo de los bailarines y entre la música y la alga¬zara, volaba hasta su rincón la mirada de ella, como una pro¬vocación, como una promesa que viniera a explorar su cora¬zón y a excitarlo.
La cólera que sentía contra ella encontró desa¬hogo desatándose en soeces injurias contra su rival. Su voz, su nombre, sus rasgos fisionómicos, todo en él ofendía su amor propio burlado. ¡Aquel palurdo convertido en cura, con un hermano guardia en Dublín yotro camarero en Moycullen! Y era ante aquel ser ante quien ella levantaría el velo de la tímida desnudez de su alma, ante aquel ser enseñado a cumplir ruti¬nariamente un rito formal, y no ante él, sacerdote de la eterna imaginación, capaz de transmutar el pan cotidiano de la expe¬riencia en materia radiante de vida imperecedera.
Saludos, Alberto.
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